2014 se cierra en la profesión periodística con pocos cambios en la percepción que los profesionales de la información muestran acerca de la situación de su colectivo, si bien se atisba una cierta luz, aún muy leve, pero luz al fin y al cabo, en la valoración que los periodistas hacen del presente.

Frente a los resultados de la encuesta sobre los efectos de la crisis en el periodismo de Valladolid realizada por la Asociación de la Prensa hace ahora justo un año, en la que el 78% respondió afirmativamente a la pregunta de si el periodismo estaba peor que el año anterior y sólo un 15% la calificó de «igual», este año crece significativamente, hasta algo más de la mitad, el número de encuestados que si bien opinan que no se avanza, al menos tampoco empeora.

Sin embargo, se reduce hasta sólo el 3%, frente al 6% del pasado año, el porcentaje de quienes califican el panorama de «mejor» al del año anterior, y, tal y como sucediera el año pasado, ni uno solo la califica de «buena».

La falta de esperanzas en que se produzcan cambios que alivien el contexto de pérdida de empleo, empeoramiento de las condiciones de trabajo y precariedad se manifiesta en que sólo uno de cada cuatro se siente optimista ante el futuro.

La mayoría de quienes respondieron afirmativamente a la pregunta de si se habían modificado sus condiciones de trabajo en el último año sufrieron un recorte salarial -uno de cada cinco periodistas cobró menos en 2014 que el año anterior- y el 34% reconoce que trabaja más horas, más festivos o hace más horas extra, mientras el diez por ciento continúa igual que estaba.

En la mitad de las plantillas de las empresas o instituciones para las que trabajan los encuestados (en 2013 el porcentaje fue algo menor, el 42%) se han realizado ajustes en 2014 y el 46% de todos los que respondieron, un altísimo porcentaje dada ya la reducción sufrida, recela de nuevos recortes de personal a lo largo de 2015. De hecho, más del 60% teme por su propio puesto de trabajo.

 

¿Una profesión en decadencia?

El análisis que los periodistas vallisoletanos hacen de estos datos es claro: un año más se considera por abrumadora mayoría, -un 66%- que el ahorro en plantillas y el empeoramiento de las condiciones laborales dibujan una profesión en decadencia, con menos autonomía, que ofrece al ciudadano información menos independiente y de menor calidad.

Este redimensionamiento de las redacciones que la mayor parte de los encuestados entiende excesivo lleva aparejada, además, en opinión de un 40%, la pérdida de la pluralidad informativa. Hay sin embargo, un pequeño porcentaje, cercano al 9%, que considera que el redimensionamiento de las plantillas ha sido razonable y que esto mejorará su viabilidad futura y resultará positivo para evitar nuevas crisis.

Las opiniones están, sin embargo, muy repartidas acerca de la influencia de esta difícil época económica en la transformación de los medios. Si bien hay cierta unanimidad en que el mercado laboral periodístico y la fotografía del mundo de la comunicación no serán los mismos después de la crisis, hay quienes apuestan por la idea de que la coyuntura ha abierto la puerta a nuevos modelos de negocio, la aparición de nuevos perfiles profesionales y medios que se financian de modo alternativo, el reciclaje, crecimiento del negocio digital y de la figura del periodista emprendedor y autónomo y quienes consideran que se está perdiendo nivel de formación, que las dificultades económicas han obligado a los medios a aparcar momentáneamente la transformación digital y que gana la partida la precariedad laboral.

Entre los que ven opciones de futuro en este gris horizonte se sitúa el abrumador 83%  que apunta las posibles salidas que suponen el periodista emprendedor y la diversificación de perfiles periodísticos, es decir, la aparición del profesional que ofrece «un poco de todo», o plantea servicios de valor añadido a su propuesta periodística, intentando encontrar un nicho de mercado más amplio.

Casi todos los encuestados que se refirieron a estas posibilidades de oportunidad profesional apuestan por el reciclaje en conocimientos sobre nuevas tecnologías y la mejora de la formación como consecuencia sine qua non.

Sin embargo, un más pesimista 17% resume como consecuencias de la crisis en la profesión únicamente una mayor precariedad, un empeoramiento de la formación, e incluso hay quien apunta a una menor preocupación por la ética y la deontología.