Una charla de periodismo en la que comparten cartel Iñaki Gabilondo y el director y subdirector de dos periódicos centenarios como El Norte de Castilla y el ABC, sólo podemos hacer una cosa: sentarnos y disfrutar. Sí, cuesta asociar este verbo con nuestra profesión, pero seguro que nos permiten la licencia, a pesar de que una reciente encuesta del CIS haya revelado que para los ciudadanos seamos la segunda profesión peor valorada, por detrás de los jueces y que los padres no quieran que sus hijos se dediquen profesionalmente al periodismo.
La dictadura de Google
Esto da para pensar y para debatir. Y dos ponencias son más que suficientes para extraer conclusiones. En la primera, el director general de El Norte de Castilla, Ignacio Pérez, no ve que exista una crisis de credibilidad en los medios porque no se imagina una sociedad democrática sin rotativos, mientras que el subdirector de ABC, José Ramón Pérez, achaca los negativos datos de la sociedad hacia el sector periodístico a que se generaliza el mal trabajo realizado por unos pocos profesionales que no se ciñen al rigor informativo «La culpa es de la dictadura de Google, que obliga a que las informaciones se hagan rápido y sin apenas tiempo para corroborar lo escrito», explica.
Por soportes, José Ramón opina que la prensa escrita es «la más fiable y rigurosa» y para Ignacio el papel no desaparecerá a corto o medio plazo, aunque «en 30 ó 40 años nadie sabe qué ocurrirá». Ambos coinciden en que es básico jerarquizar la información e ir con los tiempos. Tal vez éste sea el secreto del éxito para llegar a ser medios centenarios y haber sobrevivido a guerras civiles e innumerables formas de gobierno.
Twitter y Facebook no son periodismo
Y como los tiempos cambian y se quiera o no hay que ir con ellos como defienden los ponentes, es inevitable hablar de dos fenómenos que han cambiado por completo la forma de concebir la comunicación: las redes sociales, unas herramientas que ninguno considera un modo de hacer periodismo. Para José Ramón, nada puede ser considerado noticia hasta que no sale en los medios y puso como ejemplo la reciente muerte del presidente venezolano, Hugo Chávez: «Lo vi en Twitter y como no me lo creía, fui a las ediciones digitales de los periódicos y entonces di crédito a la noticia». La responsabilidad del periodista está por encima de cualquier comentario en la red y es tarea de todos «denunciar los desmanes que se hacen con dinero público», añade.
Ambos explican que la verdad no es única porque «los resultados de la OJD son como las elecciones, todos salen ganando», asegura José Ramón y al final los lectores apuestan por un determinado modelo de información, al igual que pasa con los programas deportivos nocturnos, en opinión de los ponentes y la mayoría de los asistentes, espacios que se alejan bastante de un periodismo serio y veraz, aunque como sentencia Ignacio «no hay mejor juez que nuestros lectores».
“Los demás”
Al hilo de estos interesantes puntos de vista continuó Iñaki Gabilondo, quien ve en el periodismo un aprendizaje constante. «Las cosas están pasando y el movimiento no ha terminado de surgir» y ve el futuro como «una página en blanco» de la que aún quedan muchos capítulos por redactar.
Lamenta y confirma la crisis de confianza que está atravesando el periodismo ante los ojos de la sociedad. Cree que el periodismo español ha cometido muchos errores y también numerosos aciertos. «La gente nos ve como compañeros de cama de los políticos, es decir, no han sabido mantener la distancia» y los ciudadanos ven en estas prácticas «unos juegos acordados».
Pero aún hay tiempo para rectificar y la llave está en la solvencia, que para el periodista donostiarra es la suma de honestidad y tiempo. La primera se podría alcanzar si en las facultades de Periodismo se estudiase una asignatura que se llamase “Los demás” porque el periodismo se inventó porque «los otros necesitaban informarse». Si existiese está opción, seguramente tendríamos tiempo para profundizar en lo que Gabilondo llamó las cuatro “ces”: conocer, comprender, confirmar y contar. Reconoció que ahora para trabajar en la SER se exige que el candidato hable inglés. Gabilondo se conforma con que hable castellano. Esto es lo que hará que la radio tenga el futuro asegurado: saber hablar en horas, minutos y segundos.
Gabilondo no quiso terminar sus palabras sin animar a los asistentes a terminar la carrera y cumplir sus sueños porque «el mensaje nace en el destino» y es tarea de todos «poner rumbo al hombre para no ser el penúltimo escalón de la sociedad», aunque mucha gente vea en la radio al «amigo que nunca falla».
Carlos Santamaría